miércoles, 22 de agosto de 2012

Me levanté despacio, con el sol quemándome los ojos, con la sábana pegada al cuerpo y las uñas incrustadas en el cuello. Otra noche de malos sueños, otra mañana que no promete demasiado.
Me levanto de mala gana, desayuno de mal trago, evito mirarme al espejo y sigo para adelante, con la rutina. Con lo de siempre.
Pero hoy no debería ser lo de siempre.
Repentinamente un cortocircuito se me cruza, una rebeldía innata, una decisión guardada hasta de mí misma; ya no más.
Ya no más soportar quejas, empujones, apuradas, llamados constantes. Ya no más cumplir caprichos, pretensiones, órdenes. Ya no más adaptarme a lo que esperan de mí, a lo que esperás de mi, a los objetivos que debería alcanzar. Ya no más de nada. Ya no más.
Hoy importo yo. Hoy vivo yo. Hoy decido yo, hoy llevo yo, hoy traigo yo, y todo, todo eso, para mí. De mí para mí. Ni siquiera voy a pretender que vengan a obedecerme aquellos a quienes tanto tiempo les mantuve los zapatos lustrados y la silla mullida. Hoy soy autosuficiente, soy egocéntrica, soy feliz.
Mientras esta idea iluminaba mi mente, me dí cuenta que sólo algo estaba fallando. Un pequeño detalle capaz de detonar todo el sistema, todo lo que hasta recién parecía perfecto.


Yo no sé vivir si no es a través de vos.

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