miércoles, 6 de julio de 2011

Retórica de un suicidio.

Me intriga saber qué es lo que pasa por la mente de alguien que decide abandonar la vida; cúan complejo será el mecanismo, su mente, para elaborar un cambio tan drástico, qué sentirán, por qué lo harán, cómo lo harán. Lamentablemente ningún suicida vive para contarlo; asíque decidí "ponerme en sus zapatos", imaginar superficialmente cómo es esa experiencia.
Me encontré con diferentes formas de suicidio, diferentes motivos, y miles de preguntas, pero solo un tipo de muerte: la física. Todos consideran el suicidio como el abandono voluntario del cuerpo en el mundo, al igual que consideran la muerte solamente algo físico. ¿Es que acaso no podemos suicidar lo etéreo? ¿No puedo, suicidar mi alma, mi espíritu?. ¿La única forma de abandonar la vida en su absoluto significado...es dejando de posar los pies en la Tierra?.
Para estar muerto es necesario no estar vivo (já), pero...me parece que no todos los que tienen presencia fìsica en este mundo están realmente vivos. Digo, hay tantas sensaciones...se pueden percibir tantas cosas, todo lo que nos rodea, cinco sentidos, tacto, vista, olfato, gusto, audición, y realmente, los ponemos a prueba? Sentimos, realmente sentimos, el viento? Conocemos, sensaciones fuera de lo común? Se nos estremece la piel a todos al pensar en algo..alguien? Amamos? Odiamos? Lloramos desconsoladamente? Reímos hasta no poder más? Nos damos cuenta de dónde estamos, de cómo estamos, de lo que hacemos, decimos? Del proceso que es la vida, del mundo que es una mente, de cómo interactuamos con quienes nos rodean? De lo complejo que es ocupar un lugar y de cómo lo tomamos como algo normal y cotidiano?
¿Realmente nos damos cuenta de que estamos vivos?
Hacés lo que deseás? Primero que nada, escuchás la voz del deseo? Escuchás lo que querés? Saciás o al menos intentás saciar lo que querés? Probás, fallás, fracasás, volvés a intentar, a pensar, a sentir?
Todos los días nace una parte nueva de mí. Todos los días percibo sensaciones que antes no conocía, revivo otras viejas, me reencuentro con las cotidianas. Trato de disfrutar pequeñas cosas que antes, tal vez pasaba de alto; me despreocupo un poco más, me fijo mejor en lo que me rodea, a veces eso me deprime, a veces eso me alegra, pero nunca, dejo de estar viva.
Cada día estoy menos muerta, y sin embargo, cada día que pasa es un paso más cerca de la "muerte", la real muerte.
No dejes que te alcance la muerte espiritual al mismo tiempo que la ausencia física. La cual, por cierto, puede estar en cualquier momento...
Viví plenamente, a tu manera, porque entre tantos tipos de suicidio, el peor es el suicidio sentimental: matar tu esencia.

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