sábado, 25 de junio de 2011

Clandestinidad para el alma

Una mirada, una charla, un encuentro, una pregunta, cierta cercanía. Una risa, una duda, una ilusión.
Una persona, mil posibilidades. Una chance, mil fallas. Una oportunidad, mil futuros. Un beso, mil culpas. Un sueño, mil tormentos. Una libertad, mil impedimentos. Un deseo, una clandestinidad.
 Somos personas libres y no nos correspondemos a nadie más, pero nuestra alma no es tan libre. Nadie nos ata más que nosotros mismos, más que la consciencia, más que el miedo. Nadie está realmente presente para reprocharnos, pero seguimos sintiendo una presencia, una mordida adentro que nos recuerda a quien realmente queremos, y que no todo se puede olvidar tapando con alguien más. Que un clavo no saca a otro, que la fidelidad no se debe solamente a lo tangible, que el alma no es tan libre como la persona, que la clandestinidad nos llama, nos gusta, y luego nos mata.
Otro día, otro juego. Otro sueño, otro pensamiento. Otro estado de ánimo, optimismo, nostalgia, intentos de olvido, ganas de luchar de nuevo, rechazo, orgullo, indecisión, dejadez ante el destino. Un mismo sentimiento, mil intentos de taparlo. Pero nunca se puede; el amor es más brillante que los velos opacos del miedo... Y más fuerte..
Sé que realmente nadie me impide la libertad, pero ese gusto amargo siempre queda, la sensación de ser de alguien que ya no está no se va, el alma se sigue sintiendo clandestina por lo que el cuerpo hace.
Todo es incierto. Todo puede cambiar de un momento a otro. Pero sé que si algo no está destinado a ser, es porque otra cosa mil veces mejor, sí lo está. Todo rechazo que sufra en la vida me provee la garantía de algo mejor viniendo. Puedo sentir que voy de mal en peor, puedo sentir que mi vida va en picada, pero siempre hay algo de donde amarrarse. No importa cuántos motivos tenga para sonreír, sino la autenticidad de mi sonrisa.

 Es un semi cuento, al que todavía le falta mucho más. Lo iré subiendo de a partes, supongo. 


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