Cuando era joven y libre y mi imaginación no
tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Al volverme más viejo y más sabio, descubrí
que el mundo no cambiaría, entonces,
acorté un poco mis objetivos y decidí cambiar sólo a mi país.
Pero también él parecía inamovible.
Al ingresar en mis años de ocaso, en un último
intento desesperado, me propuse cambiar sólo
a mi familia, a mis allegados, pero por desgracia
ya no quedaba nadie a mi lado.
Y ahora, que estoy al final de mis días, de pronto
me doy cuenta que si me hubiera cambiado
primero a mí mismo, con el ejemplo hubiera
cambiado a mi familia.
Entonces, a partir de su imitación y estímulo,
podría haber hecho un bien a mí país,
y quién sabe...
Tal vez incluso, habría cambiado el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario